En una nota de opinión para La Nación Campo, Gustavo Grobocopatel analiza el impacto de la deforestación ilegal en la Amazonia y cómo podría producir bienes y servicios en armonía con la naturaleza.
En tiempos jóvenes, Amazonia se me aparecía como un lugar misterioso, inalcanzable y dramático, como en las películas de Herzog o, mas recientemente, en la mágica Frontera Verde y la vida de los chamanes. Mas adelante, como un ecosistema natural de grandes dilemas y desafíos, intereses y emociones, objeto de adoración y desconocimiento.
¿Pero que es la Amazonia? Quizás los pueda aburrir, pero los datos aquí son esenciales. Es una región selvática en la cuenca del río Amazonas, la mas grande del planeta, que ocupa ocho países y ocho estados de Brasil. El 60% de la Amazonia esta en Brasil y cubre el 50% de su territorio. Llueven unos 2000 milímetros por año, históricamente absorbía el 25% del CO2 del planeta, aunque ahora se está convirtiendo en emisor por el cambio climático. Además, posee una riqueza en biodiversidad única: 1/3 de las especies de árboles del mundo, la mayoría de las especies de animales y el 20% del agua dulce superficial del planeta. Ocupa una superficie de 800 millones de hectáreas y menos del 10% poseen títulos de propiedad formales. El Estado es el gran propietario de la tierra.
Amazonia ha sido maltratada, el 19% ha sido deforestada mayormente en forma ilegal; 85% con destino ganadero y el resto para construir pueblos y ciudades sobre las escasas carreteras. Hay pequeños agricultores y agricultura extensiva, que es en general una evolución de la ganadería, pero solo algunos lugares tienen buenos accesos. La deforestación continúa haciéndose anárquicamente. Desde 2003 se deforestaron unos 2,7 millones de hectáreas por año ( 0,3% del total) y se logró reducir a unas 400.000 hectáreas en el 2012, durante el primer gobierno de Lula. Con Bolsonaro, creció a 1,4 millones hectáreas por año. En el tercer mandato de Lula, cayó un 48% en los ocho primeros meses de 2023, en comparación con 2022. Para el 2030, Lula se comprometió a deforestación ilegal cero.
El tema es central para la integración de Brasil y el Mercosur al mundo. En la Amazonia viven mas de 500.000 aborígenes de cerca de 300 etnias; en el origen, antes de la llegada de los europeos, había ocho millones.
El impacto de la Amazonia es global y excede su geografía. Es parte de la solución al problema del calentamiento global, afecta la dinámica de las lluvias mas allá de lo que imaginamos. Algunos expertos hablan de los “Ríos de vapor agua” y su impacto en las lluvias del sur de Brasil o la Argentina y, por los servicios ambientales que presta, el concepto que crece es que “El bosque vale más parado que cortado”. En Brasil el impacto es mucho mayor, ya que más del 65% de la energía viene de los ríos y el 70% del agua para consumo se origina allí.
El desafío se amplía cuando consideramos la evolución de los indicadores sociales. En Amazonia viven casi 30 millones de personas, es la zona más pobre y de menor esperanza de vida de Brasil. Las políticas públicas han fracasado por desconocimiento y falta de visión sistémica. Los servicios públicos son más caros por falta de densidad poblacional y de accesos difíciles. Hay lugares donde acceder demanda 20 días. En realidad, todo es más caro. basta con ir al supermercado, la informalidad es mayor, hay escasez de emprendedores locales e inversión en I+D. La conectividad no es buena, las actividades reales son poco productivas y pequeñas. Hay una creciente importancia de la ilegalidad, trafico de drogas, minería y desmontes sin control. El acceso a la financiación es limitado y la burocracia federal está lejos y desconoce la realidad.
Hay que analizar la historia para encontrar las razones de semejantes errores. Amazonia era como otro país, nunca estuvo en la atención de la política brasileña y creo que aún no lo está, aunque va cambiando. En realidad, el único interés que hubo fue militar: Amazonia era importante para defender la soberanía y la estrategia quedó en manos de los militares. De allí surgió la ley para la creación de la zona de libre comercio de Manaos, el lema fue: “Integrar para no entregar”. Y Manaos se hizo industrial. Actualmente hay 600 empresas, la población creció de 500.000 a 2,2 millones de personas en 30 años. Más allá de este éxito aparente, la zona de libre comercio de Manaos es una inmensa maquila basada en la baja de impuestos y en la radicación de las principales empresas del mundo de electrodomésticos y línea blanca.
Ese sistema está hoy en discusión, no hubo en todo este tiempo inversiones relevantes en I+D y su impacto en el desarrollo de la región de Amazonia tiene aspectos positivos y negativos. Disminuyó la deforestación en el estado de Amazonas, pero no generó un crecimiento con equidad, ya que puso el foco fuera del medio ambiente, su preservación y su importancia para el desarrollo. Tampoco logró atraer burocracia de calidad y la polución en Manaos, en los periodos de grandes secas, es mayor que la de San Pablo. Se implantó un ecosistema que poco tuvo que ver con la Amazonia: podría haber estado en cualquier parte.
Reflexiones a partir de intercambios con académicos y lideres sociales en un viaje organizado por la Fundación Dom Cabral a propósito de la reunión anual de su consejo consultivo internacional.
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