En una nota para la revista Crisis, Gustavo Grobocopatel se expresó sobre la situación política y económica que atraviesa el país, los productores y la dolarización de la economía.
Conocimos a Gustavo Grocopatel en 2010, cuando ya todos le decían Grobo. Publicamos aquella conversación en el número dos de esta nueva etapa de crisis y fue una pequeña osadía: ¿cómo puede ser que gente que se dice de izquierda le dé espacio al intelectual orgánico de los agronegocios? Justo Néstor Kirchner había muerto de improviso y la pregunta sobre el futuro del país generaba angustia. “No hay nada de que preocuparse: los chinos nos van a seguir comprando soja hasta el 2030”, respondió palabras más, palabras menos “el ideólogo de la mística sojera”. Desde entonces quisimos volver a entrevistarlo en varias ocasiones. Esta vez respondió con un sí de inmediato.
Estaba en Colombia, pasaría por Buenos Aires solo un día rumbo a Uruguay, donde reside desde 2016. Nos recibió en su luminoso departamento de Puerto Madero, con vista al río. Un inmenso barco pasa frente a nuestros ojos, mientras Grobo cuenta qué anduvo haciendo en el país de su tocayo Petro: “Hace nueve años el Gobierno de Santos me pidió hacer una consultoría sobre la agricultura en la altillanura colombiana. Hice el trabajo, al presidente le gustó mucho, quedamos en contacto. Cuando fue el diálogo de paz en La Habana me pidieron que fuera a conversar con los líderes de las FARC que participaban en la mesa de negociación sobre su plan de reinserción en la vida agrícola. Hice un taller y quedé vinculado directamente con los exguerrilleros. La idea era que cuando estuvieran en la tierra me llamarían para ayudarlos a producir. Recién ahora, después de tanto tiempo, les empezaron a dar tierras, por eso fui a visitarlos. Me pareció muy interesante y voy a empezar a trabajar con ellos formalmente en proyectos productivos”.
Apasionado y culto, incluso sofisticado, el personaje descoloca: del interés por el proceso de paz colombiano a la esperanza con la aventura de Milei. Todo un signo del desconcierto de la época.
¿Qué impresión te merece el gobierno de Milei?
Una obra en construcción, porque todos los días va cambiando. En Argentina hemos vivido durante varias décadas con sucesivos shocks, construimos una sociedad del sálvese quien pueda, que no puede pensar colectivamente ni a largo plazo sino que vive a corto plazo y sectorialmente. Cada uno a su manera trata de defender derechos, privilegios. Esta circunstancia generó una necesidad muy grande de cambiar. Y creo que hay bastantes coincidencias sobre lo que hay que cambiar: el déficit fiscal no es bueno, hay que reformar las leyes laborales pensando más en la creación de trabajo que en la preservación de empleos, transformar el sistema educativo en algo más moderno. Lo cual no significa ir contra los derechos adquiridos. Uno piensa en reforma y dice “me quieren serruchar el salario”. No, yo pienso que las reformas tienen que ser para modernizarse. La discusión es cómo hacer esos cambios: si hay que venir con una motosierra a destruir todo para volver después a construirlo, o hay que hacerlo con un bisturí. Si hacerlo de un día para el otro, cueste lo que cueste, o a través de un proceso republicano y con mucho debate. Yo quiero que le vaya bien porque estoy de acuerdo con el contenido de lo que quiere hacer: desalambrar, quitar burocracia y regulaciones, liberar la fuerza productiva para generar más trabajo, facilitar los flujos de inversión. La sociedad quiere que haya cambios profundos y rápidos. Es preferible que haya consenso, porque si no es difícil que ese cambio se sostenga. Pero la sociedad quiere que no pateen la pelota para el costado. Basta de fulbito, hay que ir a fondo.
«La sociedad quiere que haya cambios profundos y rápidos. Es preferible que haya consenso, porque si no es difícil que ese cambio se sostenga. Pero la sociedad quiere que no pateen la pelota para el costado. Basta de fulbito, hay que ir a fondo.»
¿Ves al empresariado apoyando de manera homogénea?
En el empresariado, como en el resto de la sociedad, hay distintos puntos de vista y emociones encontradas. Es probable que haya empresarios que estén en contra, porque a lo mejor les tocaron algún privilegio. Y otros que no creen que esta sea la solución del país.
¿A quién ves que se oponga? Yo percibo bastante unanimidad, desde Eduardo Eurnekian y Paolo Rocca hasta los unicornios como Marcos Galperín y Martín Migoya, pasando por Marcelo Mindlin y José Luis Manzano.
Me dejaste pensando. Si él logra lo que quiere, que es un país abierto al mundo, a las inversiones, con baja de riesgo país y equilibrio macroeconómico, va a provocar que el valor de las compañías se recupere. Hay sectores empresariales que apoyaron a Sergio Massa, en general los menos dispuestos a competir en un esquema de economía abierta, que quizás ahora cambiaron de opinión y acompañan. Yo, por ejemplo, no estoy ideológicamente en contra de la protección a ciertos sectores, pero tiene que ser de cara a la sociedad, explicar los motivos, asumir que hay pros y contras.
Para acceder a los contenidos originales de la nota, ingresar al link de la nota en la Revista Crisis.