«Quien gobierna y maneja los recursos públicos es el primer responsable del devenir económico del país. En el sector privado, el sistema castiga al que hace las cosas mal», escribe Gustavo Grobocopatel como respuesta a la nota de Alfredo Zaiat, publicada en Página/12 el 16 de julio pasado.
Estimado Alfredo Zaiat, leyendo tu última nota publicada en Página/12 siento el impulso de comentarla, mas aún por ser aludido en la misma. Está claro que todos somos responsables de lo que nos ocurre, los que votamos, los elegidos, los empresarios y demás miembros de la sociedad. Pero cada uno tiene su responsabilidad especifica.
El Estado y los gobiernos que lo habitan reciben recursos económicos de todos los argentinos para que los administren para facilitar la igualdad de oportunidades de todos los argentinos, especialmente los mas débiles o afectados por el devenir de las cosas.
Los aportes a veces son muy fáciles de ver, ya que se hacen a través de impuestos o contribuciones, a veces son menos evidentes, ya que la inflación, la falta de inversión o la «despublificacion» de los bienes no son transferencias palpables, pero finalmente son costos que pagamos todos, especialmente los sectores de menores recursos.
Quien gobierna y administra esos recursos es responsable, mas que nadie, justamente porque son públicos. En el sector privado, si administramos mal el sistema nos hace desaparecer. Tratar de igualar las responsabilidades o diluirlas nos priva del aprendizaje que nos da la construcción de un diagnostico común, aun con las diferencias de puntos de vista.
Objetivamente, el Estado ha recibido cantidades crecientes de recursos y los resultados han sido peor educación, peor salud, más inseguridad, deficiente inversión en infraestructura, empleo de peor calidad, más deudas, menos reservas y más pobreza.
Muchos de estos problemas no se ven, se esconden. Por ejemplo, el retraso de las tarifas de los servicios públicos esconde la pobreza y el aumento del empleo público esconde la desocupación. Pero podríamos seguir mencionando. El debate de la política está muy focalizado en cómo lograr el poder o en cómo mantenerlo, pero es difícil encontrar la conversación sobre los temas de fondo.
Decir que los empresarios compartimos la responsabilidad con quienes nos han gobernado es evitar la discusión, esconderla debajo de la alfombra. Hemos tenido malos gobiernos por decisión propia y creo que la sociedad está advertida y por eso adhiere a posturas antisistema o antipolítica, o directamente no va a votar.
Obviamente que los empresarios (aunque la generalización no vale) tenemos mucho que mejorar o decir. Los que reciben algún tipo de apoyo del Gobierno y los que no los recibimos directamente, tenemos que participar de la discusión publica y de la construcción de un Estado de este tiempo. Tenemos que plantearle a la sociedad, con total transparencia, que somos parte de la solución y fundamentalmente debemos instalar una conversación y acciones sobre La Esperanza.
Descalificar la palabra de empresarios porque han ganado dinero o recibieron dinero del Estado no contribuye a fomentar ese debate tan necesario. Las empresas que reciben apoyo del Estado lo hacen porque el Gobierno considera que generan un beneficio al conjunto de la sociedad. En todo caso la discusión es si lo lograron o no, si estas inversiones públicas cumplieron con su propósito o si eran prioritarias frente a otras necesidades. Cuáles son los costos y los beneficios con una mirada sistémica. Si estos temas no aparecen en el debate objetivamente nuevamente escondemos debajo de la alfombra los temas necesarios y pendientes.
En una sociedad sin rumbo y sin un generoso espíritu de gesta, decir boludeces se esparce no solo entre los empresarios, habitan los discursos de los funcionarios y lideres políticos y las palabras de los periodistas.
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