Afirmó Gustavo Grobocopatel en la entrevista con Luciana Vazquez para el programa «La Repregunta», de La Nación. Además, sostiene que no hay contradicción entre aumentar la productividad del campo y cuidar los suelos, y desmiente la tesis que opone consumo interno y exportación.
“Hoy la productividad del agro en Argentina está por debajo de la de Brasil. Eso se debe a la baja incorporación de tecnología, que está relacionado con las retenciones: las retenciones son un instrumento anti tecnología”, analiza. “Yo no soy un fundamentalista anti-retenciones. En pequeñas dosis de 1, 2 o 3 %, pueden tener algún efecto positivo. Pero acá se lo ha aplicado de una forma absolutamente discrecional y negativa. Retenciones de 30 % o, incluso, de 10% son una barbaridad”, afirma. “Las retenciones se implementan muy fácilmente porque el sector agropecuario no tiene la capacidad de presionar con los votos ni con una política organizada”, sostiene. “Si el agro tuviera poder, no habría retenciones”, sintetiza.
“En los últimos años, la producción del agro argentino aumentó apenas el 10%”, describe. “Brasil ha incorporado tecnología y ha aumentado la productividad cuando la productividad de Argentina siempre fue mayor que la de Brasil”
“El sector minero y el sector petrolero, como son sectores más concentrados, tienen una capacidad de negociación mucho mayor que el campo”, desarrolla. “La productividad de Argentina en el agro siempre fue mayor que la de Brasil pero ahora Brasil superó a Argentina”, señala y agrega: “Eso se debe a la incorporación de tecnología, que está relacionado con las retenciones: las retenciones son un instrumento anti tecnología”. “Brasil se ha dado cuenta que hay una oportunidad no en las industrias tradicionales sino en las nuevas industrias que tienen que ver con los alimentos”, desarrolla. “En Brasil, la discusión ideológica y las dudas que puede haber sobre el capitalismo y sobre el desarrollo no detienen la economía. Acá, todas esas dudas nos hacen ir para atrás. Lula fue un tipo muy pro agroindustrial”, dice. “Se podría llegar a un aumento del 50 o 60% de la producción actual. Ese crecimiento no avanzaría sobre bosques o sobre áreas con altos servicios ambientales”, aclara.
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